Y soñé que surcaba las espaldas de los sueños
y que todos en uno, el mío era
ondulándose como un mar de trigo,
cimbreando almas en caminos abruptos,
haciendo sexuados destinos,
trazando la penumbra que alambra el desatino
de soñar hasta la muerte
o al menos, hasta el alba,
y con mis malos despertares, olvidar
cuando quiera o cuando pueda
mientras vadeo los ríos; los de siempre,
los de nunca de tus sueños,
de los míos.