"Desde el punto de vista del humanismo normativo, tenemos que llegar a un concepto diferente de la salud mental; la misma persona que se considera sana en las categorías de un mundo enajenado, desde el punto de vista humanístico, parece la más enferma, aunque no de una enfermedad individual, sino de un defecto socialmente moldeado. La salud mental, en el sentido humanista, se caracteriza por la capacidad para amar y para crear, por la liberación de los vínculos incestuosos con la familia y la naturaleza, por un sentido de identidad basado en el sentimiento del yo que uno tiene como sujeto y agente de sus potencias, por la captación de la realidad interior y exterior a nosotros, es decir, por el desarrollo de la objetividad y la razón. La finalidad de la vida es vivirla intensamente, nacer plenamente, estar plenamente despierto. Libertarse de las ideas de grandiosidad infantil, para adquirir el convencimiento de nuestras verdaderas aunque limitadas fuerzas; ser capaz de admitir la paradoja de que cada uno de nosotros es la cosa más importante del universo, y al mismo tiempo no más importante que una mosca o una hoja de hierba. Ser capaz de amar la vida y, sin embargo, aceptar la muerte sin terror; tolerar la incertidumbre acerca de las cuestiones más importantes con que nos enfrenta la vida, y no obstante tener fe en nuestras ideas y nuestros sentimientos, en cuanto son verdaderamente nuestros. Ser capaz de estar solo, y al mismo tiempo sentirse identificado con una persona amada, con todos los hermanos de este mundo, con todo lo que vive; seguir la voz de la conciencia, esa voz que nos llama, pero no caer en el odio de sí mismo cuando la voz de la conciencia no sea suficientemente fuerte para oírla y seguirla. La persona mentalmente sana es la que vive por el amor, la razón y la fe, y que respeta la vida, la suya propia y la de su semejante."
El hombre en la sociedad capitalista, Erich Fromm
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